Un sensor es un dispositivo que detecta una condición física y ejecuta una reacción. Los sensores pueden ser de varios tipos: mecánicos, ambientales o químicos, entre otros. En los edificios inteligentes suelen implementarse los sensores ambientales como temperatura, movimiento, proximidad, iluminación, fugas de agua, humo, humedad, etc; así como los químicos para medir los niveles de CO2, compuestos orgánicos volátiles (COV), gas, entre otros. Los sensores pueden integrarse en los sistemas automatizados para trabajar de manera conjunta con otros dispositivos como los sistemas de alarmas, las luces inteligentes, la climatización, en los sistemas BMS, etc.

Hay tres maneras de instalar los sensores: integrados en otros dispositivos; empotrados en el techo; o en la superficie. Otra de sus funcionalidades es la de recopilación de información sobre las condiciones ambientales, el estado de los sistemas, de la ocupación, etc. Estos datos son enviados a los softwares de análisis de datos o a los sistemas de gestión de edificios (BMS) para realizar las acciones pertinentes que proporcionen confort, calidad del aire, seguridad, optimización de los recursos y ahorro energético.