La Ciudad BBVA en Madrid implementa 50.000 sensores para controlar la calidad del aire, temperatura y ocupación

Fachada de uno de los edificios de la Ciudad BBVA.

En la Ciudad BBVA en Madrid, actual sede de la entidad bancaria BBVA, se han instalado unos 50.000 sensores que permitirán recopilar información sobre el estado de las instalaciones, de las condiciones ambientales o detectar la presencia de las personas.

Los sensores miden la calidad del aire, la temperatura y la presencia de personas dentro de las instalaciones.

Para monitorizar y mantener un control de los sensores, se tuvo que desarrollar un software de analítica energética e instalaciones basado en Inteligencia Artificial. «Esta herramienta se conecta al sistema de control del edificio y, a través de algoritmos matemáticos programados de tratamiento de datos, nos permite detectar y diagnosticar incidencias en las instalaciones», explica Borja Eugui Pemán, responsable de Facility Management en BBVA.

Los 50.000 sensores también tienen la función de medir la temperatura en las diferentes zonas de la Ciudad BBVA. Con los datos recopilados, el sistema de climatización estima cuándo es el momento más adecuado para activarse y ser más eficiente.

Este sistema se activa según la ocupación de las salas y la demanda que exista en cada momento, es decir, «trabajan por demanda y no por horario», matiza Eugui. Además, se vigilan los niveles de CO2 para mantener la calidad del aire, que en función de los valores, el sistema de climatización proporciona una mayor o menor entrada de aire del exterior o su recirculación.

Resultados

Tras un año de la implementación de los sensores, se consiguió un ahorro eléctrico de 400.000 kWh. Esta disminución del gasto energético fomentó la incorporación de otras iniciativas como mejorar los sistemas de iluminación para aprovechar más la luz natural.

BBVA espera que la Ciudad deje de emitir 31 toneladas de CO2 al año, el equivalente al consumo de 41 hogares que realizan un gasto energético total de 125.138 kWh. Asimismo, fuera del horario de oficina, la iluminación de las zonas comunes disminuye cuando no se detecta movimiento, lo que ayudará a reducir las emisiones de dióxido de carbono en unas 24 toneladas.

 
 
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